lunes, 21 de julio de 2008

SIN TAN SÓLO VOLVIERAS



Hoy no supe como empezar, hace días que no sé dónde está el inicio de mi sentimiento angustioso. Todos los días pienso en tus pequeñas manos como mansas flores de jardín arrasadas por el vendaval de la injusticia, ausentes de la infancia arrebatada por la pérdida y el desencanto. Azotadas por el dolor de las rupturas, los gritos del padre y la falta de miradas de la madre. Gimientes peregrinas del vértigo fantasmagórico de todos los que nos ausentamos, pregonando profecías diariamente con las manos en los bolsillos.
Como si te hubieras muerto, como si tan sólo tu nombre flotara cándidamente en el aire espeso de la nostalgia, mis labios tiemblan al sentir los aliños de los corceles de juguete, brisosos testigos del espanto de perderte para siempre y de perder toda esperanza de que recuperes aquel columpio que te cobijó en las tardes de verano, mientras danzabas disfrazada de rústica maravilla labrada por los dones de tu hacedora, o bien, de campesina adormilada al lado del gato que no paraba de ronronear.... No sabes cuánto lloré la pérdida de tu inocencia, cuando tu altar se rompió a causa de la triste verdad que te transformó.

Mañana, no odies el despertar de los pájaros en tu ventana, ni el canto de la flauta dulce que se trasluce dentro de la tragedia. No creas que te maté en el olvido... que yo, aún guardo aquel retrato infantil de la tortuga, la obra que me viste arrugar algún día, pero que no viste cuando la rescaté y la volví a desdoblar, arrepentida.